La calidad de los grandes vinos no es fruto del azar. Requiere del esfuerzo, del conocimiento y la pasión, a la par que la generosidad de la tierra y la complicidad del clima. Nada es predominante, pero todo es esencial para elaborar vinos reconocidos internacionalmente. Éste es el resultado del trabajo de una familia cuya filosofía, transmitida de generación en generación, es devolver a la tierra todo lo bueno que ésta les ha dado a través de la esmerada elaboración de sus vinos.

Viñedos Sierra Cantabria disfruta de una elevada heterogeneidad en sus viñedos: desde algunas nuevas plantaciones hasta viñedos de muy avanzada edad, accidentadas laderas con vegas cercanas al río Ebro totalmente llanas, pero todas ellas ubicadas en la Sonsierra Riojana, junto con una pequeña cantidad en la contigua Rioja Alavesa, ambas zonas de extraordinarias condiciones para el cultivo de la vid.

La mayor parte de la sub-región de Rioja Alta se sitúa en la margen derecha del río Ebro. Sin embargo, en la sub-área de Rioja Alta, una franja de territorio que incluye la localidad de San Vicente de la Sonsierra, cruza a la orilla izquierda del río Ebro. Esta zona conocida como la Sonsierra está muy bien protegida del Norte y presenta un paisaje en terrazas que se despliegan desde la Sierra de Cantabria hasta el cauce del río Ebro, con muy buena exposición solar Sur y Sur-Oeste, aportando un marcado carácter.

Esta zona se caracteriza por la confluencia de los climas Atlántico, procedente del mar Cantábrico; Mediterráneo, que asciende por el valle del Ebro, y matices continentales de la Meseta central. Estas influencias, combinadas con los factores topográficos locales, dan lugar a situaciones climáticas diversas, distinguidas por inviernos no muy fríos y veranos suaves y secos, con un marcado salto térmico entre el día y la noche en los días de verano.

El suelo es generalmente de composición arcillo-calcárea, situado sobre un subsuelo agrietado y pobre en materia orgánica. La elevada proporción de caliza y abundancia de canto rodado, grava y restos de aluvión proporcionan al suelo un buen drenaje y un ligero adelanto en la maduración de la vid.

La variedad Tempranillo, de ciclo corto, es la utilizada mayoritariamente al ser la mejor adaptada a unos viñedos con una altitud media de 500 m. Otras variedades autóctonas como Graciano y Garnacha, en tintas, y Viura, Malvasía y Garnacha blanca, en blancas, forman parte de nuestro patrimonio natural.