Desde que Vicent Aparisi fundara su negocio de abanicos en la Valencia de 1888, el tránsito de paradigmas sociales y las vicisitudes propias de cada época han ido llevado al sector a un estado de reinvención permanente. Hoy, casi 150 años después, lo sorprendente no es tanto la capacidad de adaptación a los nuevos tiempos, sino el hecho mismo de haber permanecido incólume ante el paso de los años.
Aquella pequeña empresa que naciera al abrigo de un selecto público para el cual se elaboraban piezas de la más pura artesanía, es hoy un ente que opera a escala internacional dividiendo su producción entre Asia y Europa, y que exporta sus productos a países de los cinco continentes y un público cada vez más diverso.
Las nuevas colecciones tienen el punto de mira fijado en las pasarelas, el pret-a-porter y la conquista de un mercado global cada vez más ávido de nuevas tendencias. A buen seguro, el abanico terminará regresando al gran público en cualquier momento, quizá totemizado como nuevo objeto de deseo y rivalizando en atención con los dispositivos táctiles más aventajados.
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